Por Orlando Pimentel.-
Santo Domingo Este. – las calles del sector Katanga en Los Mina se llenaron de fe y devoción. La comunidad de la Parroquia San Vicente de Paúl honró a la Virgen de la Altagracia, madre protectora del pueblo dominicano, con una procesión que comenzó a las 5:00 p. m. desde la capilla que lleva su nombre, ubicada en la calle Santa María.
El eco de las plegarias y cánticos resonó en cada esquina, mientras decenas de fieles avanzaban en un recorrido de esperanza que culminó en la parroquia, donde se celebró una solemne eucaristía.
El párroco Pelagio Taveras, en su homilía, recordó con fervor la historia que da vida a esta devoción. Narró cómo un padre, guiado por el amor hacia su hija, buscó la imagen de la Virgen en Santo Domingo en el siglo XVI. Sin éxito en su búsqueda, encontró la respuesta en el misterio: un anciano desconocido le entregó la preciada imagen. Este relato, enriquecido con elementos de fe y milagros, cobra sentido en el cuadro que hoy veneramos, con la Virgen rodeada de una mata de naranjas, símbolo de su aparición.
“El misterio de la Virgen no solo está en los relatos, sino en su constante presencia en la historia de la salvación”, expresó el padre Pelagio. “En cada país, María ha tocado corazones bajo diferentes advocaciones. Ella es la madre de Dios, la mediadora que lleva nuestras súplicas a su Hijo.”
El mensaje central de la celebración fue claro: el Rosario como arma de fe y protección. “En momentos de prueba, en conflictos matrimoniales, en dificultades familiares, recen el Santo Rosario. María siempre intercede, alejando el mal y fortaleciendo el espíritu”, afirmó el padre.
El padre Encarnación Miguel complementó la reflexión, destacando la dignidad única de la Virgen como madre de Cristo. “No ha habido criatura más llena de gracia, más cercana a Dios. Ella, con su humildad y amor, es el instrumento que Dios nos dio para encontrar gozo y paz.”
La procesión y la misa no solo conmemoraron un acto de fe; fueron un testimonio vivo de cómo la devoción a la Virgen de la Altagracia sigue siendo un faro de esperanza en la vida de los dominicanos.
Entre rezos y cantos, quedó sembrada una semilla de unidad, recordándonos que en cada oración y cada paso hacia la iglesia, la Virgen nos guía, como lo ha hecho desde siglos atrás.
“¡Viva la Virgen de la Altagracia!”, se escuchó una vez más, al cierre de la celebración, en un eco que promete no apagarse nunca.