En la política municipal, los regidores tienen una función clave: ser la voz del pueblo en el concejo edilicio, fiscalizar la gestión del alcalde y proponer soluciones a los problemas de la comunidad. Sin embargo, en San Juan de la Maguana, la realidad parece ser otra.
En lugar de cumplir con su papel de supervisores y legisladores locales, muchos regidores han optado por un camino más cómodo; recostarse del alcalde. En vez de cuestionar decisiones, proponer iniciativas o defender los intereses de los ciudadanos, estos funcionarios parecen más preocupados por quedar bien con el ejecutivo municipal que por ejercer su labor con independencia.
Esta actitud no solo mina la confianza de la ciudadanía en sus representantes, sino que también convierte al concejo en un simple sello gomígrafo de la alcaldía. Cuando los regidores dejan de ser críticos y se transforman en cómplices pasivos, se pierde el equilibrio de poder necesario para una gestión transparente y eficiente.
¿Dónde están los debates intensos sobre el presupuesto municipal? ¿Por qué no se fiscalizan con rigor las obras y contrataciones? ¿Por qué la mayoría de los regidores prefieren el silencio en lugar de la acción? Estas son preguntas que el pueblo sanjuanero debe hacerse.
Es momento de recordarles a estos funcionarios que fueron elegidos para representar a la gente, no para ser parte de un coro sumiso ante el alcalde. La democracia local necesita voces firmes, no cómplices del poder.
San Juan de la Maguana merece un gobierno municipal donde todos los actores cumplan su rol. Los regidores no pueden seguir siendo simples espectadores o aliados incondicionales de la alcaldía. La ciudad necesita representantes valientes, que trabajen por y para el pueblo.
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