

Por Esmirna Gómez
Santo Domingo. — En un ambiente cargado de fe, comunión y profunda reflexión, el arzobispo metropolitano de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria Acosta, estremeció los corazones de cientos de fieles al pronunciar una homilía que ya muchos catalogan como una de las más contundentes y esperanzadoras de los últimos tiempos.
La solemne Misa Crismal, celebrada en la Catedral Primada en el marco del Jueves Santo, contó con la concelebración del Obispo Auxiliar Mons. José Amable Durán Tineo, el Obispo Auxiliar emérito Mons. Benito Ángeles Fernández y Mons. Daniel Lorenzo Vargas, además de la presencia masiva de sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos de toda la Arquidiócesis.
En su poderosa homilía, Monseñor Ozoria trazó con claridad tres pilares esenciales del sacerdocio: la vocación como don inmerecido, la unción como envío del Espíritu y la misión como entrega humilde al servicio. “El sacerdocio es siempre nuevo, siempre misericordioso, porque es don de Cristo, no por nuestros méritos, sino por gracia”, afirmó, citando al papa San Juan Pablo II.
Un mensaje que sacudió conciencias
El arzobispo no solo habló al clero, sino a todo el pueblo de Dios, invitando a redescubrir la grandeza del llamado sacerdotal, que —según dijo— “no se repite, sino que se renueva en cada celebración impulsada por el Espíritu Santo”. Fue enfático al recordar que “el protagonista de la misión es Jesucristo”, exhortando a los presbíteros a abandonar el protagonismo y convertirse en verdaderos instrumentos de amor y misericordia.
En un momento de alto contenido emocional, Monseñor Ozoria hizo alusión a la reciente tragedia ocurrida en la discoteca Jet Set, resaltando la labor silenciosa pero vital de los sacerdotes que acudieron a brindar consuelo y esperanza. “Esto también es misión: estar presentes en el sufrimiento del pueblo”, declaró con voz firme.

Un llamado profético a la sinodalidad
Como colofón, el arzobispo lanzó un llamado que resonó como eco profético: “La Iglesia de Jesucristo es sinodal o no es la Iglesia de Jesucristo”. Una frase que no solo encendió los aplausos de los presentes, sino que dejó claro su compromiso con una Iglesia más unida, participativa y libre del individualismo que, según dijo, “nos divide por dentro y nos debilita por fuera”.
Con esta Misa Crismal, la Arquidiócesis de Santo Domingo no solo renueva sus santos óleos, sino también el espíritu de entrega, fraternidad y esperanza que debe guiar a la Iglesia en los tiempos desafiantes que vive el mundo.